Al transitar por sus pasillos sombríos percibes su hostilidad, sintiendo la sensación de que oculta hechos siniestros poco conocidos. A continuación lee algunas de sus leyendas más impactantes.
El Terminal de Maracay fue fundado en el año de 1973 durante el gobierno de Rafael Caldera.
En sus orígenes fue la sustitución del viejo Terminal llamado A.R.C. que estaba ubicado entre la calle Carlos Soublette y Santos Michelena.
En ese momento, el conductor movió la palanca y continuó la ruta. Yesenia tenía miedo de que este extraño la persiguiera al bajar del autobús. La ansiedad hizo que varios escenarios peligrosos se reprodujeran en su mente.
Cuando el autobús pasó por debajo del elevado, el muchacho se paró y se sentó al lado de la joven. Yesenia sintió cómo los nervios la invadían y una sensación de angustia se apoderó de ella.
Una vez que el autobús salió hacia la claridad, se percató de que el muchacho desapareció y el puesto de al lado estaba vacío. Observó bien entre los pasajeros del autobús, pero el joven ya no estaba.
La liceísta sintió confusión, quería encontrar la forma de entender lo que acababa de pasar. Como era muy introvertida, no se atrevió a preguntarle a los demás pasajeros si lo habían visto.
Con el pasar del tiempo, se dio cuenta de que podía percibir ese tipo de energías y ver a seres de otro mundo.
En cuanto al origen de este espíritu, los viejos trabajadores del terminal lo relacionaban con la muerte de un joven adicto a las sustancias psicotrópicas que murió arrollado cerca del elevado, este suceso ocurrió a principios de la década de los años 90.

2) La falsa estudiante:
No todas las leyendas urbanas tratan de eventos paranormales, existen aquellas donde se acercan más a lo terrorífico de la cotidianidad y este es el caso de ‘’La falsa estudiante’’.
Un relato asombroso que, hasta la fecha, se le considera uno de los más alarmantes de este lugar público.
Antes de irse del país, Javier Monasterio vivía en Paraparal y todos los días salía temprano de su casa.
Una mañana a eso 7:15 a.m, él atravesaba el terminal para agarrar en la Av. Fuerzas Aéreas cualquier autobús con dirección al centro de la ciudad.
El joven iba transitando por los pasillos internos y un gran número de transeúntes cubrían el paso.
Javier estaba apresurado, por eso evitó la multitud y decidió meterse por el otro pasillo, el menos iluminado y solitario. Al pasar por el frente de una reconocida tasca, lo detuvo una voz femenina.
Él volteó y detalló a una estudiante de enfermería con cara de preocupación diciéndole:
-Disculpa, chico. ¿Me puedes dar algo para completar el pasaje de la universidad? Es que no me alcanza, vale.
-Mira, mi vida… no tengo. Bueno, déjame ver -Javier revisó sus bolsillos y para la fortuna de la muchacha encontró un sencillo. Ella tomó rápido el dinero, pero cuando Javier volteó para continuar su camino, la estudiante lo volvió a llamar:
– ¡Chico! -Javier no pudo evitarlo y la vio directo a los ojos. En ese momento, comprendió que ella no era una mujer joven. Tenía ojeras profundas, arrugas en el cuello y su uniforme desaseado indicaban que podría tratarse de una farsante.
En lugares como el terminal es común la existencia de este tipo personas que inventan una historia para recaudar más dinero.
“¡Mira bien!” – ella le volvió a hablar, pero esta vez con una actitud siniestra.
Acto seguido, la mujer levantó la mano izquierda e hizo un chasquido bastante sonoro con los dedos. El hombre al escuchar aquel sonido con atención, empezó a sentirse inquieto y anormal.
Javier metió la mano en el bolsillo delantero de su pantalón y sacó el celular, la cartera, un reloj y se los dio a la estudiante.
Ella con un brillo pérfido en la mirada los tomó y los guardó en su bolso. Antes de irse, la mujer lo advirtió:
“Sigue caminando y piensa que botaste tus cosas. No puedes acusarme porque si no, tendré que usar la navaja escondida entre mi cuaderno”.
Javier quedó hipnotizado, no podía emitir comentarios. Sin voltear, caminó hasta la salida del terminal.
Al llegar a la parada, reaccionó y se dio cuenta de lo sucedido. Le perturbaba pensar que tanto su cuerpo como su mente estaban desconectados en ese transcurso del tiempo.
Aunque olvidó cómo llegó hasta ahí, sí recordó las palabras de la falsa estudiante y sus ojos decadentes que lo hipnotizaron.

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