El papa Francisco, quien surgió de un origen humilde en Argentina para convertirse en el primer pontífice jesuita y latinoamericano, quien se enfrentó implacablemente con los tradicionalistas en su impulso por una Iglesia católica más incluyente, y quien habló incansablemente en favor de los migrantes, los marginados y la salud del planeta, murió el lunes 21 de abril de 2025 en la Casa Santa Marta, en el Vaticano. Tenía 88 años.
La muerte del papa la dio a conocer el Vaticano en un comunicado en X, un día después de que Francisco fue visto en una silla de ruedas para bendecir a los fieles en la Plaza San Pedro el domingo de Pascua, publica The New York Times.
A lo largo de sus 12 años de papado, Francisco fue un agente de cambio, luego de haber heredado un Vaticano desorganizado en 2013 tras la impactante renuncia de su predecesor, Benedicto XVI, abanderado del conservadurismo católico romano.
Francisco tendió la mano a los migrantes, los pobres y los desamparados, a las víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros del clero católico y a los católicos homosexuales apartados.
Viajó a países a menudo lejanos y olvidados e intentó establecer y mejorar las relaciones con un gobierno chino antagónico, clérigos musulmanes y líderes de todo el fragmentado mundo cristiano.
Muere a los 88 años el papa Francisco
Tras algunos tropiezos iniciales, tomó medidas enérgicas para abordar una crisis de abusos sexuales clericales que se había convertido en una amenaza existencial para la Iglesia.
Adoptó nuevas normas para responsabilizar a los altos dirigentes religiosos, incluyendo a los obispos, si cometían o encubrían abusos sexuales, aunque no impuso el nivel de transparencia ni las obligaciones de denuncia civil que muchos defensores exigían.
En sus últimos años, ralentizado por una rodilla en mal estado, una operación intestinal y enfermedades respiratorias que le restaban aliento y voz, Francisco utilizó un bastón y luego una silla de ruedas.
Parecía deteriorado, pero esa era una impresión engañosa. Siguió viajando mucho, enfocando su atención en zonas de África explotadas y asoladas por la guerra, donde censuró a los colonizadores modernos y buscó la paz en Sudán del Sur.
Su insistencia en agitar el statu quo le valió una gran cantidad de enemigos. Desplazó a los conservadores en oficinas del Vaticano; restringió el uso de la antigua misa en latín, muy apreciada por los tradicionalistas; abrió reuniones influyentes de obispos a laicos, incluyendo a mujeres; permitió que los sacerdotes bendijeran a parejas del mismo sexo; y dejó claro que las personas transgénero podían ser padrinos y madrinas y que sus hijos podían ser bautizados.

“Buen católico”.
Su encanto paternal y su sonrisa radiante discrepaban con la reputación que tenía dentro del Vaticano de ser un administrador duro —despiadado, decían sus oponentes— que aportó mayor transparencia a las finanzas de la Iglesia y renovó la burocracia vaticana.
Las tradicionales bases del poder italianas del Vaticano se sintieron frustradas por su estilo de gobierno deliberadamente impredecible, que, para lograr que las cosas avanzaran, dependía de un pequeño grupo de confidentes, muchos de ellos jesuitas como él, y de su propio instinto.
Los católicos conservadores lo acusaron de diluir las enseñanzas de la Iglesia y nunca dejaron de manifestarse contra él. La disidencia latente estallaba periódicamente de un modo casi medieval; se hablaba de cismas y herejías.
«Decepcionó a muchos liberales»
“A menudo estamos encadenados como Pedro en la prisión de la costumbre”, dijo de la Iglesia en 2022, en un discurso pronunciado en la Basílica de San Pedro. “Asustados por los cambios y atados a la cadena de nuestras tradiciones”.
Un nuevo estilo
Quizá el aspecto más sorprendente de su papado fue el hecho mismo de que llegara a ser papa.
Francisco fue elegido en marzo de 2013 tras la dimisión de Benedicto XVI, el primer pontífice que renunciaba en casi seis siglos, en medio de la confusión y las intrigas sobre grupos de presión secretos y argucias financieras.
Los cardenales electores buscaban un reformador con una fuerte mano administrativa, pero pocos preveían la manera en que Francisco, que en ese entonces tenía 76 años y era arzobispo de Buenos Aires, combinaría el celo reformista y el encanto campechano en un esfuerzo por limpiar la casa y transformar la Iglesia.
“Buona sera”, buenas tardes, anunció Francisco a los fieles en su primer discurso como papa desde el balcón con vista a la Plaza de San Pedro, rompiendo el hielo con estilo desenfadado.
Bromeó sobre el hecho de que procedía de Argentina, señalando que, en cumplimiento de su deber de encontrar un papa, “parece que mis hermanos cardenales han ido casi hasta los confines de la Tierra para conseguirlo”.
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