El 6 de mayo, Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), viajó a Teherán y se reunió con Hossein Amirabdollahian, ministro de Asuntos Exteriores de Irán. Menos de dos semanas después, el 19 de mayo, Amirabdollahian moría en un accidente de helicóptero en el que también perdía la vida, entre otros, Ebrahim Raisi, presidente de Irán.
Dirigentes iraníes
El programa nuclear de Irán se está expandiendo rápidamente en tamaño y sofisticación. Tiene 27 veces más uranio enriquecido que el permitido por el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA), un acuerdo nuclear multinacional derogado por Donald Trump en 2018.
Ahora es una “cáscara vacía”, dice Grossi, que hablaba antes de la muerte de Raisi. Esas reservas, algunas de las cuales están enriquecidas al 60% de pureza, cerca del grado de armamento, son suficientes para unas tres bombas.
Junto con el uso por parte de Irán de centrifugadoras más nuevas y rápidas, estos avances han “desbancado por completo” al JCPOA, afirma. El resultado es que Irán podría producir una bomba de uranio apto para armamento en una semana y siete en un mes.
Grossi ha afirmado que el OIEA ha perdido “continuidad en el conocimiento”, entre otras cosas, sobre la producción y las reservas iraníes de centrifugadoras, agua pesada y concentrado de mineral de uranio.
Estas instalaciones podrían utilizarse para reconstituir un programa de armas nucleares en secreto, en lugar de utilizar instalaciones conocidas que pudieran ser bombardeadas.
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