Puede arruinar tu reputación. Puede justificar tu comportamiento. Es entretenido. Y para muchos es un pecado.
El chisme (cotilleo o chusmear, como también se dice en algunos países de América Latina) es un comportamiento que los antropólogos han observado en muchas culturas, desde asentamientos urbanos hasta los más lejanos poblados rurales.
«El chisme está presente en todos nosotros y en cada cultura cuando se dan las circunstancias adecuadas», le explica a la BBC Nicole Hagen Hess, profesora de Antropología de la Universidad Washington State en EE.UU.
Cuando pensamos en el chisme, podemos pensar en la imagen de una persona hablando a espaldas de otros con malas intenciones. Pero para Hess es algo más amplio.
El cotilleo es un intercambio de «información relevante para la reputación».
Eso puede significar lo que amigos, familia, colegas o incluso rivales dicen sobre nosotros, pero también incluye lo que se dice en las noticias o en un evento deportivo.
«Bajo mi definición, no se necesita la ausencia de una tercera parte o de la persona que estés hablando, puede estar tranquilamente enfrente tuyo», explica.
«Si estás hablando sobre esa persona, ya sea sobre su vestimenta o de lo que ha hecho, eso cuenta como chismear», agrega.
Pero, por qué los humanos hemos llegado a este tipo de comportamientos es una pregunta que los investigadores quieren responder. Estas pueden ser algunas pistas.
Vínculo
La idea de que el chisme puede tener un rol positivo en la sociedad fue popularizada por el académico Robin Dunbar, un antropólogo británico.
De acuerdo a su teoría, en los primates, el aseo es un comportamiento higiénico, pero también social. Junto a crear vínculos, también puede ser usado para reconciliaciones después de peleas, diluir las tensiones y establecer la posición de cada uno de los primates en la jerarquía social.
Este proceso es conocido como «acicalado social» (allogrooming en inglés).
Pero como los humanos no tenemos pelo como el de los primates, el chisme y las conversaciones livianas pueden ser los equivalentes humanos de este «acicalado social», que tiene el mismo propósito de crear vínculos, establecer el lugar en la jerarquía social e intercambiar información sobre otros, como por ejemplo en quién confiar y en quién no.
Para Dunbar, el lenguaje incluso evolucionó para permitirle a la gente chismorrear.
En 2021, un estudio de la Universidad de Dartmouth en EE.UU. reveló que la gente que cotillea junta, además de influenciar en el otro, también se une más en el proceso.
«Especulamos que los participantes de este estudio establecieron un sentido de comunidad entre ellos, creando una ‘realidad compartida’ que sirvió para influir en el comportamiento y las perspectivas de cada uno, al tiempo que satisfacía el deseo inherente de cada uno de tener una conexión social», se puede leer en la investigación.
Esta investigación también descubrió que el chisme ayuda a promover la cooperación dentro de un grupo, después de observar que los participantes estaban dispuestos a contribuir con más dinero en un juego grupal cuando tuvieron la oportunidad de cotillear entre ellos.
No es una construcción monolítica
«El chisme no es una construcción monolítica y su definición es mucho más compleja y va más allá de que simplemente es hablar mal del otro como lo hemos aprendido», concluye la investigación.
Kelsey McKinney, fundadora del podcast Normal Gossip en el que personas comunes y corrientes comparten sus chismes, sabe cómo una anécdota con contenido puede juntar a varios extraños.
Cuando comenzó la pandemia del Covid-19 y las personas tuvieron que estar encerradas, la necesidad por historias se hizo más grande.
«Me di cuenta de que estábamos hambrientos», explica McKinney.
«Mucho de nuestras vidas y de cómo percibimos el mundo es a través de la narrativa que nos contamos y el chisme es la narrativa. Nos contamos las cosas entre nosotros, y por supuesto hay peligro, pero también hay muchas cosas buenas», añade.
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